Cada vez llegan más pateras con menores. Qué distintos son nuestros adolescentes de los de abajo. Aquí nos preocupa si son góticos o románicos, Twitter o Facebook. En África, les interesa solo comer algo. Aquí el partido de fútbol; abajo, que el estómago no se les hinche como un balón al tenerlo vacío. Aquí Hanna Montana o los Jonas Brother; en África, la música triste del hambre. Aquí, la velocidad de conexión a Internet; allí, romper la conexión con el vacío. Aquí, el primer beso. Allí, el primer bocado. Nosotros, turismo náutico, de recreo o de crucero. Ellos, navegación de cabotaje sobre apenas una suela de zapato. Ayer llegó una patera, otra. La avistaron en plena travesía. La auxiliaron y la trajeron a la tierra prometida, sin víctimas. Iba llena de críos. Se aventuran antes porque el hoy, el ahora, el ya es la única verdad que conocen. Y no tienen que perder, porque nunca tuvieron nada. Ofrecen, en la aventura de alta mar, la moneda que les queda, la vida, su vida, a cara o cruz. Si sale cara, ganan y se cuelan en España, Europa. Si cruz, pierden, se ahogan o vuelven al territorio del hambre. A los bueyes se les cuelga cabeza abajo en los mataderos para que se desangren. África está colgada cabeza abajo para desangrarse poco a poco sobre Europa. Solo nos importa explotarlos. Pero ya se nos adelantó China. Desconfía siempre de los corazones que no se saltan un latido.
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